Conversaciones íntimas

Mi corazón reboza de felicidad, ya me lo imagino, flotando dentro, riéndose. Voy caminando con cuidado por si lo despierto. Todavía nadie puede notar que está allí. Pero siento que crece una llama de amor dentro de mí, insuperable. Llevo un secreto que quiero compartir con todo el mundo. Converso con él y le cuento cosas, de mi niñez, mis padres, mis amigas. De vez en cuando me da por inventar cuentos fantásticos, acerca de un muchacho estupendo que multiplicó los panes, o camino sobre las aguas. Los cuento riéndome de mi loco amor por Él y mi poca cordura. Algunas veces le canto, en realidad le cantamos, José y yo. Nos sentamos horas y horas a hablarle, a recitarle poemas y a confesarle los sueños que tenemos para la familia.

No puedes creer lo feliz que estoy mi querido Emmanuel, mi dulce Jesús, mi panza esta más grande, y mis deseos de ver tu rostro hacen ilusionarme cada día más. Mi amor te espera. Solo pensar que duermo contigo por las noches, que te acurruco en mi vientre, me llena de una felicidad plena. Disfruto de los momentos que paso junto a ti, tú me respondes con alguna patadita que siento como un salto alegre de amor.

Mamá ¿estás allí? ¡Despierta! ¿Me oyes? Yo también estoy feliz. Acá en tu vientre es genial, me siento en el cielo. Me encanta escuchar tu voz, entre tus relatos maravillosos o alguna canción. Que suave y dulce eres. Si va a ser así en todos los cuerpos que visite, esta tarea será estupenda. Me fascina la manera en que te alimentas con cosas que no me destruyen o me caen mal. Siempre piensas en mí. Yo aquí dentro me río con tus chistes y ocurrencias, al igual que escucho con atención cada confesión que sale de tu alma. Si supieras lo linda que eres por dentro. Tu corazón es un grandioso lugar para dormir. Y escuchar tu voz, tus pasos, tus latidos, tu respirar hace que salte de alegría y me emocione esperando otros corazones que quieran estar conmigo.