A
Natalia, no le da miedo el trampolín. Me imagino que cuando lo ve le vienen dos
cosas a la cabeza: “Cuanto me encantaría saltar en trampolín” o “Se burlarán de
mí”. ¿Por qué razón profe Brenda tiene que poner éste trampolín para enseñarnos
a llevar el pulso? ¿Será que ella no sabe que se ríen de mí?
Cuando
Natalia ve el trampolín sufre una clase de miedo distinta a la de saltar. Su
miedo es porque es más rellenita que los demás.
En la
fila para saltar y cantar, se acerca el turno de Natalia y solo escucho a los
chicos diciendo “Lo va a romper” “No podrá hacerlo” y algunos con tono más
ofensivo aunque fuera un relajo “Si Natalia salta no podremos saltar nosotros
porque estará roto”. Al llegar el turno de la pequeña Natalia, solo alcanza a
colocar un pie, cantar rápido la canción e irse a sentar. Me imagino que muchas
ideas le vinieron por la cabeza. Su autoestima fue pisoteada.
¿Cuántas
veces nos pisotean sin darnos cuenta?, ¿Nos tratan como basura? ¿Nos recuerdan
la cantidad de defectos que tenemos? Tal vez tus defectos pueden ser que seas
cojo, o que tengas los ojos pequeños, o que tengas una oreja más grande que
otra, o podría ser que tengas la nariz de cerdito. Yo realmente no sé, lo que si sé es que ¡Dios
se tomó el tiempo para crearte totalmente diferente! Incluso a los que son
gemelos.
Realmente
este escrito no solo tiene referencia a la autoestima física, sino también a
otro tipo de autoestima, y es la que nos mueve al poder de Dios.
Alguien
una vez me decía, ¿no entiendo por qué razón Dios me utiliza con tanto poder, y
me permite percibir lo que necesita la asamblea? ¿Por qué Dios me utiliza sin
yo ser el más santo y el que más ore? ¿Qué quiere decirme Dios con todo esto?
La gente se ha sanado con palabras que salen de mí sin darme cuenta… pero ¿por
qué?. Pienso que Dios tiene una única opción y una sola tarea escrita en su agenda y es
amarnos. Nos ama aunque seamos ofensivos con el hermano, aunque tropecemos con
lo mismo, y tiene tanta misericordia de nosotros que nos lo demuestra
manifestando su amor. Podríamos muy bien quedarnos callados y no dejar que se
manifieste su poder, o por el contrario confiar en que podemos saltar en el
trampolín y no se romperá.
No
estoy diciendo que la oración no sea importante, pero estamos más preocupados
por lo “malos y pecadores” que somos sin acercarnos a él, que por el poder y la misericordia que tiene
Dios con sus hijos. Tal vez por esa razón el Señor se manifiesta con poder
cuando viene uno con un corazón que sinceramente no podría saltar en el
trampolín sin él.
Para
acercarnos a Jesús no necesitamos ir a gimnasio y ponernos flacos a base de
dietas y pastillas, ¡no!, mucha gente ha caído en el error de querer resolver
sus problemas solos, y se ponen a ordenar su casa solos y se cansan en el
intento, buscan y tratan de ser los más perfectos, cuando no nos hemos dado
cuenta que estando con Jesús es que se logra todo esto. Venir mejor con la
realidad de nuestra vida nos ayuda a saltar más alto, porque saltamos Jesús,
Dios, el Espíritu Santo y yo.
Jesús
conoce cada una de nuestras equivocaciones y el por qué pasan. Que mejor forma
de aceptarnos y “cambiar” que acercándonos a él. Acércate a Jesús y salta con
él sin miedo en su trampolín, sin miedo a que se rompa y otros no puedan
saltar, ya que quien lo sostiene es el mismo Jesús.
Al
final de la clase, me senté con Natalia, hablamos un rato y le dije lo mucho
que Dios la ama y lo valiosa que es, ella comenzó a llorar me abrazo y me dijo
“Gracias pro-fe”
Yo confío en que ella puede, ella confía en que yo estaré allí. Casi como Jesús ¿verdad?