lunes, 11 de mayo de 2009

¿Te pareces a mí? O me ¿me parezco a ti?



I


Me miro en el espejo, y lo primero que veo es una enorme espinilla, mis ojos se enfurecen, y veo alrededor grandes verrugas que han comenzado a salir. De repente bajo aún más y me sorprendo de la enorme masa que me rodea, cada día estoy más y más gordo. Me miro y me siento triste, ¿Quién me va a amar? ¿Quién me hará caso? Miro de reojo la máquina de pesar, me voy en llanto, me imagino que no existe un número de peso para mí, ¿entonces? Para que perder el tiempo. Mi balance es: infinito, tal vez eso es lo único en lo que me parezco a Dios. Una risa sarcástica sale de mi interior, “Si ganara dinero por lo que pesara, sería millonario”

II

Abrir los ojos cada día cuesta más, ¿para qué abrirlos si poco a poco me siento más sucia? Más desagradable, más sola, y aún más triste. Por eso ya no me importa que me toquen, ya no me importa que hagan lo que quieran conmigo. En mi corazón ha desaparecido Jesús, y me aburre la gente que me dice que me ama. ¿Quién puede amar a esta basura? ¿Quién puede ver a esta insignificante mujer? Que ha defraudado a su familia, que ha huido de Dios, que solo sale de noche, porque pocos en penumbra podrán observar mis vacios, una que se deja tocar y usar, ya que no tiene a nadie que la ame verdaderamente.


Y entonces ¿te pareces a mí? O ¿me parezco a ti?

¿Quién eres tú, para amarme tanto?

¿Por qué me amas?

No ves que no te entiendo

No ves que soy un trapo

Que estoy solo

Que estoy destruido

Que soy simple

Que juegan conmigo

¿Qué ves en mí?

No entiendes que no te quiero

¡Aléjate!

Estoy cansado de que me digas que amas

Estoy y quiero estar solo

Ya me acomode a la vida que tengo

Es fácil

Es la misma cada día

Estoy seguro sin ti

Soy un total desastre

Soy una basura.


de repente, uno comienza a darse cuenta,

de que Jesús,

toma su tiempo para amarnos,

buscarnos y moldearnos

De repente uno comienza a darse cuenta,

de que Jesús,

conoce nuestro verdadero peso

y nuestro indiscutible valor

de repente uno comienza a darse cuenta

que Jesús

se mira en el espejo y encuentra,

lo que realmente somos.



domingo, 10 de mayo de 2009

Jesús, mensajero del amor.


“Que hermosos son sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que anuncia la salvación, que dice a Sion: Ya reina tu Dios” Isaías 52, 7-10

Muchas veces miramos a los mensajeros de hoy en día con cara de, “CUIDADO” nadie sabe qué vienen esta vez a trae a mi hogar. La mayoría de veces traen cuentas de retraso, facturas telefónicas, el pago de la energía eléctrica, del cable, o incluso un periódico lleno de noticias devastadoras. Por eso hemos mirado a los mensajeros por años, con enojo, desprecio, y pensamientos constantes de “ahí viene, con las mismas cuentas de todos los meses”

Pero no le podemos quitar el crédito de lo bueno, aunque siempre saquemos lo malo primero a la luz. El mensajero de cuando en vez trae cosas muy interesantes.

Imaginemos una pareja de novios, que Dios por alguna razón, le ha dividido sus caminos geográficos, pero ha acercado los sentimentales. Ellos comenzarán a mandarse muchas cosas, que pasarán de un territorio a otro, cruzarán el mar, el océano, y aterrizará en manos de un mensajero, que recibirá una enorme sonrisa a su llegada, incluso hasta abrazos y besos, si vemos que el muchacho que recibió el regalo está profundamente enamorado y emocionado de recibir el paquete de su novia que vive al otro extremo.

Así viene Jesús, como un mensajero, muchos lo miramos medio dudosos, pensando que viene a cobrar pecados, cuentas retrasadas, la liquidación de una energía eléctrica, o de la luz que llevamos dentro, con ALERTA : fuera de uso. Muchos lo verán con miedo, e incluso correrán de estas facturas, de estas cancelaciones, con vigoroso empeño, comenzarán a criticar al mensajero insistente por los sitios donde decidan alojarse, y hablarán mal de un mensajero que no los deja en paz, que no los deja vivir, que es irritante, persistente y todo un terco. Sin saber el contenido del mensaje.

Entonces comenzarán a alejarse de ese fabuloso mensajero, que solo hace su trabajo, que solo se empeña por entregar esa carta, que viene con una “Buena noticia” Un mensajero que viene del otro extremo, a entregar lo extremo. Pero nunca hay tiempo para recibirlo, nunca hay tiempo para abrir las puertas, nunca hay tiempo para un mensajero, insignificante, donde escuchamos el sonido del motor, y ya sabemos quién viene, donde siempre le juzgamos el “Qué trae”

¿Por qué no brindarle una oportunidad? ¿Cómo se sentirá un mensajero, donde en todos lados le cierren las puertas? Me imagino a un pobre Jesús, acalorado, triste, caminando a la oficina postal, y diciéndole al Padre, “Todavía, no quiere saber nada de mí” o en buen dominicano “No pego ni una” y su tristeza pasará a un padre que dirá entre lágrimas “Pero si lo que llevas es la BUENA NOTICIA”

Y así volveremos a ver al mensajero, disfrazado de payaso, ejecutivo, contador público, músico, artista, comediante, escritor, predicador, poeta, sacerdote, religiosa, odontólogo, o mendigo. Lo veremos buscando maneras de llevar el mensaje, de introducirse en cualquier corazón, y al final, sonreírle por fin, entregando esa carta de amor.

“Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” Juan 13,1

"Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" Juan 3.16

“Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20