jueves, 30 de octubre de 2008

¿mE quiERE? o ¿no mE QUIere?


Muchas personas dudamos de la existencia de Dios, siempre nos encontramos extraño el hecho de que en cierta manera “no lo podamos ver”, que se ha escondido, que esté regularmente en “silencio”, o más bien todo el tiempo.
Comienzan a llegarnos preguntas que no logran ser respondidas. Andamos buscando una “señal”.
Nuestro mundo juvenil y dudoso se basa en pedir señales. Si llueve hoy es que Dios existe, si me llama el muchacho que me gusta a las 4:00 es que me quiere. Si en verdad existes ¿por qué no te manifiestas?, si me quieres tanto como dices ¿Por qué no me lo de demuestras?... y un sin número de “Si” que nos rodean, hacen que dudemos más.
Mayor aún las personas con las que compartimos, esas que nos presionan y nos dicen ¿Qué todavía el Espíritu Santo no te ha regalado ninguno de sus dones? ¡Estas atra del último! ¿Qué no tienes empleo? Se nota lo mucho que Dios te quiere (como si Dios fuera agencia de empleos)…o perdemos el tiempo leyéndonos la carta, buscando el horóscopo, o con un sin numero de actividades que nos hacen dudar aún más.

He comenzado a pensar, que estamos tan envueltos en supersticiones, dudas, miedos, que nos olvidamos realmente de quienes realmente somos. Y como dice una frase interesante que encontré “Lo que yo creo sobre Dios, es lo más importante sobre mi” A. Tozer. Entonces si estamos llenos de dudas, y miedos, en nuestro corazón y mente, habita un Dios miedoso, que no quiere salir por temor a que le caiga un aguacero de Espíritu Santo.
Nuestro corazón se castiga el mismo. Y le pedimos a Dios que nos hable, sin embargo sentimos un silencio absoluto que lo ocupa todo. Ni una sola voz que se escuche como en las películas. “Hijo mío, aquí estoy”, nada, sentimos una total decepción.

He descubierto que amando conozco más a Dios. Que conociéndome a mi misma, me hago parte de Él. Que mi amor tan pequeño, no tiene como expresarse ante sus ojos, y decirle cosas nunca antes dichas, y hablarle diferente, piropearlo, admirarlo, amarlo, pero no me salen las palabras, son inútiles para tanto amor. Sé que Dios siente lo mismo que yo, y por eso nos quedamos en silencio. Un silencio de amor, de admiración, entrega, un silencio de corazones abiertos.
Yo callo en su presencia, Él calla por su amor tan grande hacia sus hijos. Que hemos quedado los dos en una conversación silenciosa de gestos.

No hay comentarios: