He descubierto tantas cosas en este viaje musical… por ejemplo, que soy una persona sumamente afortunada, ya que sé que Dios está presente en mi vida y puedo enseñárselo a otros.
Cierro los ojos y observo tantas personas nuevas y pasajeras que he conocido por estos lados. Personas totalmente diferentes unas de las otras, no solo en sus distintas culturas, también en el idioma, la comida, las formas de pensar, los sentimientos, la técnica, el aspecto físico… me he puesto a observar cada detalle de los hijos amados de Dios, y he descubierto que todos somos tan diferentes, pero una fuerza superior nos mantiene unidos… La música.
He conocido personas que tal vez no volveré a ver el resto de mi corta vida, pero existen. Personas que me han brindado alegría por 4 semanas, donde compartimos sueños, comida, instrumentos y hasta habitación.
He colocado en todo esto a mi Papito lindo, y cuando en las horas de ensayos estamos todos juntos con partitura en mano, frente al conductor, leyendo las mismas letras, el mismo ritmo, cantando al unísono una sola música, siento a Dios presente, un Dios que le encanta vernos entrelazados.
Todos vemos de manera distinta a nuestro Padre. Algunos con cara de gruñón, otros en cambio con una mega sonrisa. Yo quiero apreciar a todos los Papá Dios de otros, y ver lo simple que puede ser su amor o lo imposible para algunos, y aprender a amarlo más.
En estos 10 días que me quedan, quiero apreciar a Dios, en todas partes. Apreciarlo en el aire, en los violines, en un solo de piano, tal vez entre el silencio. No sé, donde sea, puede ser en los waffles del desayuno, o en las despedidas. Quiero verte en todas partes, sentirte en los otros aunque no se den cuenta de que estas, quiero quererte más.
La música, no solo es un arte, un tiempo, una melodía, una improvisación, una técnica, un grupo, un sentir, un intérprete, es más que eso, es Papá Dios, hablándome, amándome, tocándome.
