domingo, 9 de marzo de 2008

VEdaDO



Este poema no es mío, pero hace mucho una amiga
me lo leyó y me movió poco, ahora cuando lo releo
me sabe diferente, ahora tiene chispitas de chocolate,
y por eso me gusta más, está larguito pero rico, po na disfruten!

"No mires hacia el cielo, que es vedado.
No abras tu voz a las vísceras del viento.
No abras tu corazón a los elementos
combatientes.
No mires a la tierra, que es vedado.
No te inclines a recoger un fruto
ni quieras extender las sábanas del lecho
hasta el horizonte."
Iban a ser altos y felices,
iban a dejar el monte convertido en estatuas,
en estatuas de la dicha,
pero ahí estaba el "es vedado" respirando,
brillando como anuncio luminoso,
como señal de tránsito, de muerte.
Alto. Venid a mí. Estaba soñando y de pronto
despierta, llenando el horizonte,
cae como hojas viejas, se eterniza.
Vedado el jardín donde nadie goza,
donde nadie puede arrancar un fruto y comerlo,
solamente cantar hasta extenuarse,
¿cantar qué, cuando caen los brazos y la voz,
y vuelve a brillar el "es vedado"?
"Es vedado. Es vedado."
Inclinarse hacia el río para ver el rostro.
Alzar los brazos a las estrellas como frutas.
Tocar con una rama la ternura de un
pájaro dormido.
Encontrar en el río huevecillos y en la
orilla pequeñas codornices.
Asesinar el sueño, bañarse en el sol.
Reir el sol con toda la dicha.
Dar la respiración como un tesoro a un niño.
Aceptar la existencia del lobo y de la oveja.
Hacer brillar entre dos frentes, como una
mariposa, el "te comprendo".
Compartir un corazón, un pan que ha sangrado mucho.
Dar el anciano báculo de la confianza.
Asistir al sereno nacimiento de las
estrellas, de los síes, de las espinas,
de las espigas, de los siempres.
"¿Es vedado dejar crecer el árbol,
contar los años, los anillos del árbol como
monedas?
¿Es vedado inclinarse a recoger un fruto,
bajo el peso de un fruto,
como una rama, como un anciano?
¿Es vedado nombrar la alegría de un niño,
traspasar con miradas el umbral del
horizonte,
abrir el corazón a la estrella, la cabeza
a la fuente, la mirada
a un montón de cosas renuevas,
verdecidas?"
Como un bofetón brutal al que traía un
juguete entre las manos
y sólo perseguía el brillo anciano de la
lluvia en la hierba,
vuelve a brillar la interdicción como
sábanas mordidas
y el corazón pequeño se pierde entre las
aguas
sin barco de papel, sin gigante bueno,
sin gigante.
Nadie pudo tocar el acuerdo feliz y
quedaron los ojos desunidos
porque entre las ruidosas luces de la
ciudad de nadie
volvió a brillar el "es vedado."

Raúl Hernández Novás

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