martes, 15 de junio de 2010

Bu! digo Toc toc… no te asustes es Jesús.



"No temas, porque yo estoy contigo" Isaias 41, 10

Me levanté, y lo primero que hice fue ir al baño, cuando abría la puerta como todos los días, entre un sueño todavía plasmado en mí, Puf! Una mariposa negra sale a mi alcance… allí se me fue toda muestra de sueño y comencé a correr y a gritar por toda la casa, con la mariposa volando tras de mí. Aproveché la primera oportunidad y me encerré con destreza en una habitación. Respiré aliviada y pensé, ¿Por qué razón le corría a una mariposa?

Yo como muchos, le tengo miedo a muchas cosas, un ejemplo son las mariposas negras, la cucarachas, los ratones, las películas de terror (siempre he pensado que está bastante loco el que paga un cine por ir a asustarse). Incluso me da mucho miedo que me asusten. Desde pequeña mi familia se dio cuenta de este defecto y cualquier ocasión la tomaban para “¡Bu!” asustarme. Una vez planifique darle un susto a Shara mi hermana… y cuando esperaba impaciente tras el clóset, con una sonrisa entre mis labios imaginándome el susto que se iba a tomar, con la respiración retenida y el corazón latiéndome fuertemente… entra Shara lentamente, abre el closet y aprovecho la oportunidad y grito “¡BU!” caí asustada del miedo con mi enérgico “¡BU!” y Shara se desplomó muerta… pero de la risa.


El miedo, nos impide avanzar (cuando lo miramos de manera negativa), hace que nuestros pies se detengan, que nuestro corazón se paralice y que nuestra mente no genere. Pienso que ese es el primer mal de un grupo de oración, cuando no se enfoca de manera positiva. Una vez en una de mis clases de música, el profesor nos contaba su experiencia y decía, “Aquel que le gusta la música, que vive la música y que le apasiona la música, debe mostrarse así cuando está entre un espectáculo, un examen de piano o en cualquier presentación, porque debe comprender que su pasión por la música es más grande que el miedo que lo arropa, debe hacer que la gente disfrute incluso su miedo” y luego terminó diciendo “Si no puedes disfrutar esto y vencer el miedo, puede ser que esto en lo que estas no sea lo tuyo” Hubo un silencio rotundo en el salón y todos nos fuimos pensativos.


Si te encanta Jesús, te apasiona Jesús, si Jesús vive en ti y lo sabes ¿Por qué no te lanzas? ¿Por qué no te dejas caer? Que no te diga la gente que esto no es lo tuyo, porque Jesús es para todos.

Y si te pasa como a mí, que tras planear la jugada de asustar a Shara, salí asustada yo, no importa, lo intentaste… lánzate a predicar, animar un grupo, evangelizar, llevar el mensaje de Dios como mejor sepas… me encantan los muchachos que se me acercan en el grupo de oración y me dicen “Bren, tengo nuevas ideas, quiero ayudar, me gustaría… estoy dispuesta” El espíritu Santo está despierto, despertando nuevas personas, un nuevo servicio, un nuevo plan de arranque.


Anímate a iniciar la oración, no a quedarte pensando “¿Quién iniciará esto?” Nunca harás algo tan trágico que pueda cambiar el transcurso del mundo, pero cuando inicias, arrancas y llevas ese ánimo de Espíritu Santo, haces algo maravilloso que cambia el transcurso de otros corazones.


¡Ánimo, Jesús está vivo y espera de tus manos, tu corazón, tu mente para seguir obrando, que no seas tú de los que anhelen llevar el mensaje, sino más bien de los que arranquen primero!

martes, 8 de junio de 2010

El sol, la playa... y Jesus..



Hace mucho que no iba a la playa, me encanta la playa, tirarme en la arena, y respirar el aroma del mar. En el fin de semana tuve la oportunidad de tirarme en la arena y darme una lluvia de sol.


Siempre he dicho que la playa guarda un secreto. Sentada en la arena, comencé a preguntarme cuales serían esos secretos de los que tanto habla el mar. Entonces emprendí el camino. Caminaba sin rumbo fijo, pensando en mi vida, mis planes, en Dios, la familia y el noviazgo… (No sé porque razón cuando uno está solo, piensa mucho en estas cosas) de repente, parada en la orilla escuché la voz de Jesús que decía « Ven y sígueme » me sentí como Pedro, en la barca, y decidí salir de allí para seguirlo, miré hacia abajo, y comencé a buscar las huellas de Jesús.

Eran tantas, me encontraba perdida, mientras más avanzaba otra de las pisadas se interponía en mi camino, y no podía encontrar cual de todas era la del Maestro. Incluso, decidí acercarme un poco más a la orilla, y solo obtenía una respuesta de olas espumosas que borraban las pisadas hechas por Jesús o por otros. Estaba bien confundida.

Me senté sin ganas, ya no quería caminar, « Que decepción » pensé, si seguir a Jesús es tan agotador, mejor me quedo aquí, pero volví a escuchar la voz… « Ven y sígueme », « que fácil para ti eh! » me atreví a decirle. Y volví a la carga. Caminar sobre la arena con sandalias es bastante incomodo, se entran granitos de arena a jugar entre los dedos de tus pies, y nos resulta bastante difícil caminar. Por eso decidí quitarme las sandalias, cuando las tomé entre mis manos, sentí como mis pies se sumergían en la arena, y comenzaban a trazar sus propias huellas. Para colmo descubrí cómo la arena te da masajes personales, cuando decides desprenderte poco a poco, de tus pensamientos, de tus planes, de tus ideas, y se lo dejas a ella.

No me importaba que mis trazos los borrara el mar (cuantas veces uno a querido ser reconocido en el camino), tampoco me importaba que mis huellas se entremezclaran con otras huellas, eso no pasaba por mi mente (cuantas veces juzgamos otras huellas, otras pisadas, otras formas de andar) y caminé. Caminé hasta agotarme, y vi todavía al mar como mi fiel compañía.

Entendí lo que es seguirte Jesús. Seguirte es dejarse tocar por ti y limpiar… por eso pienso que has hecho la arena tan cercana al mar, para que limpie, para que borre, sentimientos de rencor, de envidia, de orgullo. Para que incluso borre planes y sean tus planes los que dirijan nuestros pasos.

Nunca encontré tus pisadas, pero, si sentí las mías más firmes, seguras, convincentes, y me di cuenta al fin, de cómo me acompañabas, dentro.