Hoy descubrí, que el mundo esta bien feo. Que mi país está crítico.
Que existen las personas consideradas “malas”
Descubrí que existe el mal, que vive, que se esta apoderando de mi bello país, que lo esta haciendo miserable (no pobre), farsante, drogadicto, fracasado, vago, vanidoso, lleno de odio, fama, dinero y mal.
¡Mi país, mi dominicana preciosa!
Descubrí que estaba perdida, escuche tu voz, Señor, clamándome que orara, que necesitaba un ejército fuerte para derrocar cualquier mal.
¿Quién me separará del amor de Dios? No lo pueden hacer las personas perdidas, porque necesitan de ti, no de las armas frías que cubren su corazón.
Que existen las personas consideradas “malas”
Descubrí que existe el mal, que vive, que se esta apoderando de mi bello país, que lo esta haciendo miserable (no pobre), farsante, drogadicto, fracasado, vago, vanidoso, lleno de odio, fama, dinero y mal.
¡Mi país, mi dominicana preciosa!
Descubrí que estaba perdida, escuche tu voz, Señor, clamándome que orara, que necesitaba un ejército fuerte para derrocar cualquier mal.
¿Quién me separará del amor de Dios? No lo pueden hacer las personas perdidas, porque necesitan de ti, no de las armas frías que cubren su corazón.
Sé que tú vives en todo corazón lleno de ti o corazones que no te sientan. Tú eres incansable, poderoso, rey de los ejércitos, mi alma se entrega, y se llena de ti cada día. Me acercas, me hablas.
No tengo miedo, tú estas conmigo.
Nosotros los discípulos, los que nos sentimos bien, en nuestra comodidad del hogar, los que vivimos en capsulas de amor, pero que no compartimos con nadie nuestras oraciones, los que pedimos para nosotros mismos. Nosotros a los que a veces nos da la gana de ser humildes y pedimos por los “cercanos” "los amigos", nosotros los cegados por amor, nos olvidamos de la gran misión, tocar a los demás, al más necesitado y sentirte allí, presente, orar por ese país que se cae, que se pierde. Pero sigo dándote gracias, Señor, porque todavía existen oraciones que valgan la pena.
Oro por mi país que es tu país. ¡Invádenos!
No tengo miedo, tú estas conmigo.
Nosotros los discípulos, los que nos sentimos bien, en nuestra comodidad del hogar, los que vivimos en capsulas de amor, pero que no compartimos con nadie nuestras oraciones, los que pedimos para nosotros mismos. Nosotros a los que a veces nos da la gana de ser humildes y pedimos por los “cercanos” "los amigos", nosotros los cegados por amor, nos olvidamos de la gran misión, tocar a los demás, al más necesitado y sentirte allí, presente, orar por ese país que se cae, que se pierde. Pero sigo dándote gracias, Señor, porque todavía existen oraciones que valgan la pena.
Oro por mi país que es tu país. ¡Invádenos!